El conocido fotógrafo estadounidense Bruce Gilden (Brooklyn, Estados Unidos, 16 de octubre de 1946), conocido por sus primeros planos en blanco y negro, aseguraba que “para ser un buen fotógrafo no hace falta ser un genio, pero sí tener aptitud y cierto talento. Hay que perseverar. Hay que mantener el rumbo. Hay que intentarlo. Aunque no te sientas bien, sigues adelante. Es duro. Pero sigues adelante…”.

Tales presupuestos caracterizan el oficio artístico del prestigioso creador del lente Izuky Pérez Hernández (Banes, Holguín, 12 de Septiembre de 1982); quien tras ser reconocido por la crítica por sus imágenes de paisajes urbanos, desnudos y retratos, respectivamente, incursiona ahora en una nueva serie bajo los códigos del Ballet City Street Photography (Fotografías de Ballet en las Calles de la Ciudad), en tanto realza elementos propios de la técnica danzaría a través de poses asumidas por una bailarina profesional (Camila Navarro); y capta —como escenarios de trasfondo— diferentes espacios públicos de la urbe habanera y su devenir diario.

Tanto en estas composiciones como en sus anteriores trabajos sobre la arquitectura urbana, este prolífico artífice recrea, en alusión a las mundialmente célebres “danzas de la calle” o “danzas callejeras” que se interrelacionan con el entorno, el amplio universo del ballet clásico (o danza clásica), ”congelando” movimientos basados en el control total y absoluto del cuerpo, adjudicándole protagonismo a las manos, brazos, tronco, cabeza, pies…, armónica y dinámica concordia de expresión muscular.

Asimismo, como expresara Bruce Gilden al referirse a sus propias obras, en las instantáneas de Izuky se puede “oler la calle mirando la foto”, en una suerte de conjunción entre dos grandes expresiones artísticas: la danza y la fotografía urbana. De tal modo, sus proyectos buscan el contraste entre diferentes elementos (la ciudad y la figura danzaria), en un intento por, desde una visión plástica, establecer códigos de oposición y ruptura, derivados de la ubicación del ballet fuera de sus escenarios tradicionales.

Bajo la premisa del prestigioso fotógrafo francés Henri Cartier Bresson (Chanteloup-en-Brie, 22 de agosto de 1908- Montjustin, 3 de agosto de 2004), considerado como el padre del fotorreportaje, quien expresó que “fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”, este creador de formación prácticamente autodidacta, selecciona lugares emblemáticos de la capital para realizar sus trabajos, tales como el Capitolio Nacional, el Parque Central (con su histórica escultura del Apóstol), el restaurante El Floridita, El Cristo de Casablanca, La Loma del Ángel, el Callejón del Chorro y los balcones del Convento de Santa Clara, entre otros; a la vez que refleja la contemporaneidad insular mediante la inclusión de autos antiguos (almendrones) devenidos símbolos en esta región del Caribe, la cual igualmente identifica con colores alusivos a la enseña nacional utilizados en los vestuarios de la bailarina; matices que están en concordancia con los que prevalecen en sus proyectos; entretejido de luz y emoción que en sus imágenes son portadoras de una compleja belleza.

En esta nueva serie inspirada en el Ballet City Street Photography, este infatigable artista parte de la tesis de que la danza es una expresión artística inherente al ser humano; para de tal manera conformar un universo representativo y comunicacional que glorifica al cuerpo, por medio de la expresión fotográfica, como canalizador de lenguajes, sentimientos y emociones, en tanto plasma la magia del ballet en términos visuales.

En sus fotografías, la profundidad es un elemento clave en el desempeño de un oficio para el cual demuestra poseer ojos para lo inusual y un don para capturar momentos trascendentes e inesperados, con un enfoque preciso en los encuadres más fortuitos. El momento de apretar el obturador de la cámara es, en última instancia, el que define cada una de sus obras. Este maestro del lente hace “lo que siente”. Para él no es lo mismo “observar” que “ver”; por tanto explora y responde espontáneamente a lo que encuentra en el intento artístico, cuyo principal propósito es comunicarse y establecer un contacto rápido y personal con los receptores de sus imágenes.
Sin pretender reproducir el estilo de algunos de los fotógrafos más reconocidos en el ejercicio del Ballet City Street Photography, Izuky ha estudiado las maneras de hacer de algunos de estos relevantes artistas, como los norteamericanos Joe McNally, quien actualmente expone en la Monroe Gallery of Photography, de Santa Fe, Estados Unidos, una serie de fotos de su trabajo sobre danza realizados en Cuba; Omar Z. Robles, con un talante elegante, minimalista, con gran uso del blanco y negro y la luz natural, considerado el más famoso en esta categoría; así como de las de Dane Shitagi, Rachel Neville y Jordan Matter; además del venezolano Luis Pons, radicado en Estados Unidos.
Entre estos, el cubano particularmente se identifica con las creaciones de McNally, en las que encuentra notables puntos de coincidencia, sobre todo en la yuxtaposición de las líneas limpias y onduladas de los bailarines con los paisajes urbanos, al punto de lograr que los modelos danzantes cuenten historias con sus cuerpos y que estas sean de rápida conexión con los observadores, aún entre aquellos poco conocedores de las técnicas del ballet clásico.
Con absoluta fidelidad a su ya reconocido estilo, a diferencia de otros creadores, Izuky emprende sus proyectos con gran maestría valiéndose del dominio en la combinación de la luz natural con la luz artificial, realzando así las imponentes poses de la bailarina en escenarios urbanos, buscando el momento perfecto, sobre todo durante los atardeceres, tratando de encontrar, más allá de una pose corporal, una historia visual en el entorno polisémico de una ciudad donde lo cotidiano muchas veces absorbe lo poético. Su obra, como la precedente, es un acto de resistencia artística. Colocar la danza en el espacio urbano no es solo un ejercicio estético, sino una reivindicación del arte como parte del día a día.

Su figurante, la bailarina Camila, posa delante de fachadas coloniales o significativas en la historia de la urbe; sobre adoquines o autos antiguos; en vetustos portales de madera carcomida, o en medio del tráfico detenido por un instante de magia. De tal modo, amén de los códigos danzaríos implícitos en sus imágenes, en estas igualmente hay una contenida teatralidad, derivada de la gracia del ballet y la crudeza urbana. Sus fotografías no solo patentizan las acciones congeladas del cuerpo, sino que lo insertan en el alma viva de una ciudad que respira arte y tenacidad, en un ambiente plástico en el que, además, sobresalen las texturas de las arquitecturas urbanas y el bullicio que se intuye “fuera de foco”. Así, el tutú de una bailarina se convierte en un símbolo de esperanza, un gesto de belleza en medio de lo ordinario.
El artista ha afirmado que “este proyecto no solo es un homenaje al ballet, sino también a La Habana Vieja, con su historia, su decadente esplendor, y su eterna capacidad de inspirar”.
Graduado de Técnico Medio en Electricidad Industrial, pero interesado en el arte de la fotografía desde muy joven, Izuky ha obtenido numerosos premios, entre los que sobresalen los varios alcanzados en Canadá: Concurso Premios Photoshoot, Premio en la categoría Desnudo (2014); Finalista de Plata en la categoría Desnudo Académico (2016); Finalista de Bronce, categoría Conceptual-Localización (2017); y Finalista de Plata, categoría Danza (2020); y en Rusia en el 6º Concurso Anual Internacional de Fotografía, el octavo premio de 35 conferidos en 2023; evento en el que en su edición anterior obtuvo premio en la categoría Retrato Emocional. Asimismo, ha participado en numerosas muestras colectivas de fotografía en importantes galerías cubanas y de Venezuela.
Sus creaciones pueden disfrutarse en su galería virtual en internet: https://izukyphotography.com